El Ártico Y Su Preocupante Situación: Por Primera Vez No Se Congeló En Octubre

Una señal preocupante del avance del calentamiento global es el derretimiento del hielo marino en el Ártico.

En el verano la banquisa polar que es una capa enorme de hielo marino que mantiene la temperatura fría en el Ártico pierde una fracción de ella con la llegada de los días de verano. Esto es normal, pero luego de algunos meses, el otoño provoca el restablecimiento del hielo.

Cada año el hielo congelado en el invierno es menor, pero este año el aumento gradual de la temperatura como efecto del cambio climático colapsó el hielo del Ártico.

Por primera vez en la historia, el hielo marino del Ártico no volvió a congelarse en octubre del 2020. El mar de Laptev en Siberia que a fines de octubre alcanza una extensión de millones de kilómetros sigue sin congelarse.

Este congelamiento tardío generará graves estragos ya que si el mar comienza a congelarse hasta el invierno, tendrá menos tiempo para derretirse antes de que llegue el próximo verano y las temperaturas aumenten de forma drástica. El año siguiente el efecto podría multiplicarse, dejando como resultado capas delgadas de hielo que se fracturan con facilidad.

El hielo que se forma de manera temprana en el mar de Laptev trae consigo nutrientes importantes para el plancton de la zona antes de alcanzar el estrecho de Fram en la costa de Groenlandia y derretirse en primavera. Sin hielo, los nutrientes no son los suficientes para el plancton y este no absorbe la mima capacidad de dióxido de carbono de la atmósfera.

Observaciones satelitales muestran una disminución de un 13% de hielo en el Ártico cada década desde 1980. Si se mantiene el actual ritmo de emisión de gas invernadero, el aumento de la temperatura actual en conjunto con las olas de calor cada vez más comunes en el Ártico, provocarán el primer invierno sin hielo en esta zona en el año 2030.

El derretimiento del Ártico se suma al del permafrost, suelo permanente que acumula grandes cantidades de metano. Este gas es 30 veces más potente que el dióxido de carbono y tiene el potencial de triplicar la emisión de gas invernadero en la atmósfera.